lunes, 13 de febrero de 2012

Atentado a la Libertad de Expresión


Norma Madero
La tarde del domingo 5 de febrero, día de la Constitución, justo cuando la noche caía sobre Quintana Roo, se daba la voz de alerta: Luces del Siglo era suplantada por una revista apócrifa. Se gestaba así uno de los peores atentados a la libertad de expresión.
Desde las penumbras de los poderes fácticos partió la orden. Los sicarios la acataron y entraron en acción. El plan seguramente les llevó tiempo: ¿meses, semanas, días? Un hecho insólito estaba por consumarse.
Para llevar a cabo el libelo se contó con recursos económicos y una importante infraestructura, de equipo y personal. Todo con un propósito: dañar la reputación de un medio de comunicación que se ha ganado a pulso el mayor patrimonio al que puede aspirar un editor y un periodista: credibilidad. Algo que no se puede destruir ni con todo el poder político y ni con todo el dinero.
En medio de la perversidad dejaron huellas y alguna que otra obviedad. Así ocurre con los criminales cuando cometen un delito. No hay crimen perfecto. Tenemos indicios, pero apelamos a la ley y al Estado de Derecho. Confiamos en la justicia.
A lo largo y ancho del estado los mercenarios actuaron con cinismo. Usurparon una falsa identidad. Se uniformaron con camisetas para ostentarse como personal de la revista. Nada más falso. Así suelen hacerlo los sicarios cuando suplantan a los policías y militares que en aras de combatir el crimen, ofrendan su vida.  Estamos hablando de verdaderos criminales. ¿Quiénes si no fueron unos cobardes criminales los que cometieron el ataque burdo y ruin contra una publicación que cada día gana lectores por la calidad de su información?
Decir la verdad cuesta. El móvil es más que evidente. Muchas son las preguntas en torno a esta acción criminal, hasta ahora no hay respuestas. Lo cierto es que del mismo modo como se dice que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, podría extenderse el argumento hasta probar que las sociedades labran para sí mismas su propia clase de profesiones, oficios y prácticas que más influyen en el desarrollo de la propia sociedad. Y son pocas las actividades más determinantes en este aspecto que el periodismo.
Estamos conscientes del papel que nos corresponde y hoy somos víctimas de un caso paradigmático para la libertad de expresión en México. No es una falsa pretensión, es un hecho irrefutable y sin precedentes: la revista Luces del Siglo sufrió un atentado inusitado al suplantarse su edición 438, correspondiente del 5 al 11 de febrero, es decir, se recurrió a un nuevo método de represión: editar una revista apócrifa, lo que representa una modalidad todavía más sutil de atacar la libertad de expresión: suplantar publicaciones.
Cuál es el motivo que subyace detrás de todo esto: lo desconocemos. Lo que sí es cierto es que se trató de un acto planeado y orquestado desde las penumbras.
Qué motivó este hecho, cuáles fueron sus causas, es lo que nos preguntamos y por eso decidimos denunciar estos hechos ante las instancias correspondientes.
Del mismo modo que exigimos a las autoridades del estado de Quintana Roo, y a las del gobierno federal les exhortamos, a realizar una investigación exhaustiva para castigar a los culpables. Un acto de tal gravedad no puede ni debe quedar impune. Exigimos castigo a los culpables.
El atentado a la revista Luces del Siglo no sólo violentó nuestros derechos humanos, la edición apócrifa incurre en la violación flagrante de la Ley de Imprenta, los derechos de autor, la usurpación de los bienes materiales, los derechos de propiedad industrial, la suplantación de identidad, entre otros delitos sancionados por las leyes mexicanas, pero sobre todo, es un acto criminal, que insistimos, no debe quedar impune, a sabiendas de que se corre el riego de incurrir en la omisión y la complicidad.
Esta nueva modalidad de atacar a la libertad de expresión en nuestro país merece nuestra condena; hoy somos nosotros, mañana puede ser cualquier medio la víctima de esta nueva modalidad de represión y censura.
Para llevar a cabo un acto de esta naturaleza criminal se necesitó contar con toda una estructura organizacional.
Es así que los perpetradores de este burdo y criminal atentado dispusieron de un contingente inusitado de “repartidores” en una maniobra que requirió de una planeación y recursos ilícitos sospechosos, pues la distribución de la revista abarcó todo el estado de Quintana Roo.
Estos hechos no tienen precedente, por lo que desde estas páginas nos dirigimos una vez más a nuestros lectores y la opinión pública para que no caigan en un engaño, al mismo tiempo que rechazamos categóricamente la información difundida en las  páginas apócrifas que agravian a nuestros reporteros y colaboradores al suplantarse la  identidad al atribuirles la autoría de información falsa y ajena a la verdad.



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